sábado, 6 de octubre de 2007

LA LEY Y LA JUSTICIA

La ley es un organizador social, que garantiza un lugar de terceridad, no encarnado por ningún sujeto, pero compartido y sostenido por el conjunto. El efecto que produce es el de cohesionar al conjunto social (suele decirse “todos somos iguales ante la ley”), y también el de regular los intercambios. La ausencia de esta favorece la disgregación social y coloca a los intercambios entre los sujetos fuera de toda regulación y en consecuencia consagra el predominio del más fuerte. En pocas palabras, la ausencia de ley es la ley de la selva.
Un aspecto sobresaliente de la ley y de su aplicación práctica que es la justicia es el castigo. La punición opera como un reparador social, ya que inscribe en el registro histórico-social la existencia del delito y la responsabilidad sobre el mismo de los autores. Es un reconocimiento del conjunto social a través del Estado al daño sufrido por las víctimas. Es un reparador simbólico dado que si bien no borra el daño, lo reconoce dándole un lugar social al sufrimiento.

Este reconocimiento es de gran importancia para la elaboración individual y colectiva de los traumas y las pérdidas. La falta de justicia efectiva es un obstáculo para esta elaboración a la vez que una nueva agresión. Podemos decir que de la vigencia de la ley y la justicia se deriva un modelo vincular donde la terceridad esta presente, donde los sujetos saben qué y cómo intercambiar, donde está claro que es lo permitido y que es lo prohibido y donde, finalmente, cada sujeto sabe a que atenerse.

La suspensión del “no matarás”, la ausencia de castigo, la impunidad, responde a un modelo que remite a la omnipotencia infantil: todo se puede, no hay límites. El otro no es reconocido ni respetado en su alteridad, los intercambios están signados por la voluntad del más fuerte. Sin lugar a dudas que de este modelo se desprenden numerosas conductas sociales.

Así como decíamos que la verdad era el primer paso de la justicia, el castigo es el último. No hay justicia sin verdad, pero tampoco la hay sin punición. Podrá discutirse cuál es el castigo adecuado, pero no la necesidad del mismo, tanto como imperativo categórico como reparador psicosocial, y finalmente como instructivo para las nuevas generaciones.

No hay comentarios: